Por Daucus Carota
Su nombre es Fido, sí, lo sabemos… qué común.
Lo que no es tan común es que Fido puede hablar.
Desde temprana edad, esta cruza de Labrador y Labrador comenzó a decir sus primeras palabras pero pronto decidió dejar de hacerlo al notar que los humanos que lo escuchaban comenzaban a golpearse la cabeza contra la pared al tiempo en que repetían la frase “No estoy loco”.
Esas primeras experiencias marcaron a Fido quien, al cumplir un año de edad, fue adoptado por su actual propietaria.
“Ella es muy platicadora”, señaló el can en entrevista, “frecuentemente me hace preguntas que en verdad deseo contestar, pero prefiero no hacerlo. No quiero que pierda la razón por mi culpa”.
Alma, la dueña de Fido, nos mira desde la puerta de su casa, seguramente pensando que se trata de un monólogo.
“Es mejor así”, dijo Fido al alejarse de la reja para ir al lado de su dueña.
“¡Adiós, Fido!”, le grité con malicia, esperando que en un descuido el can revelara ante su dueña que puede hablar.
“Guau”, me contestó sin voltear el sagaz perro.